Lobezno 19. El acontecimiento Marvel del año. Guión: Marc Guggenheim; Dibujo: Humberto Ramos.
Así como lo oyen. Como me voy pillando los cómics de Marvel-Panini donde aparece en portada "Civil War" (que es por cierto TM, o sea que Marvel ¡ha registrado para uso comercial la Guerra Civil! ¡Cómo se entere Pío Moa! Hace años ya decía Juan Cueto que el cine y la literatura españoles tenían una saturación de nuestra guerra civil, pero ha nadie se le había ocurrido registrar la marca. Sólo Franco hizo algo parecido apropiándosela con los resultados conocidos. En fin, no nos perdamos en los paréntesis) y la portada no decía mucho del contenido, me encontré con la gratísima sorpresa de ver a uno de mis personajes favoritos del mundo Marvel: Namor, el hombre submarino, príncipe de Atlantis -bueno, ya rey. Humberto Ramos, dibujante con claras influencias del manga, es uno de mis favoritos de entre los que ahora trabajan en Marvel. Resulta que Lobezno ya es también funcionario público y en la bronca en la que anda se ve obligado a "bajarse" hasta Atlantis con un traje que le ha proporcionado Tony Stark, el Hombre de Hierro. Atentos a lo que salga este mes, porque tanto la anterior entrada como esta son de publicaciones del mes anterior.
Como he vuelto a leer cómics tenía que contárselo a alguien. Y la gente que frecuento no considera que este sea un tema de conversación digno.
domingo, 5 de agosto de 2007
Spiderman sale del armario ...
Civil War 2: La decisión de Peter Parker. Guión: Mark Millar; Dibujo: Steve McNiven; Entintado: Dexter Wines; Color: Morry Hollowell
Bueno, no tengo muy claro que esta del armario sea la expresión. Pero que se quita la máscara, seguro. Si no, atención a las viñetas. Sigue la guerra civil entre superhéroes. Por cierto que en McLaren también tienen la suya, según cuenta hoy la prensa. También entre superhéroes con sus máquinas. El número de "frikis" que sigue esa guerra es más que preocupante; nada que ver con los seguidores de las guerras Marvel. A lo que vamos, que en este segundo número de Civil War se hace oficial la ley que obliga a los superhéroes de Marvel a registrarse y pasar a ser funcionarios. El Capitán América, junto con algunos otros como Daredevil, pasa a la clandestinidad. Iron Man (el Hombre de Hierro, o sea, Tony Stark), cabecilla de los "pro desenmascarización", le ha hecho un traje superchulo a Spiderman y éste, que siempre fue un adolescente necesitado de alguna figura paterna (o materna, también) que admirar y seguir, se convierte también en adalid de los "pro funcionarización" y va y revela ante las cámaras su identidad secreta. Naturalmente a James Jameson, el director del Daily Bugle, le da un colapso (Los directores de periódico de los cómics no aguantan nada; ya quisieran parecerse a alguno de nuestro Mundo). Y todavía va el amigo Peter Parker y dice que si hay "alguna pregunta". Pues sí, muchas. De entrada: ¿cómo podrá Marvel Comics Group sostener su negocio si todos (o la mitad al menos) de sus superhéroes revelan su "identidad secreta"? ¿qué será entonces del jugo que los guionistas sacaban a esto de las dobles personalidades o las personalidades ocultas y sus conflictos? Según Joe Quesada, editor jefe de Marvel Comics, la vida de Spiderman ya está planificada para los próximos dos años. Y es que no hay nada como ser funcionario, ¡te da una seguridad! Aunque vivas en los USA. Ahora bien, ¿la cosa estará tan planificada para el resto de superhéroes de la casa? Y también ¿podrá resistir el país que el Capitán América viva en la clandestinidad? ¿Se relacionará con algún elemento peligroso del terrorismo internacional? En fin, todo son incertidumbres a estas alturas. Menos mal que en el mundo de los cómics de superhéroes todo es posible. Se muere, se vuelve a la vida ... La Masa (The Hulk) se encuentra ahora mismo en un planeta repleto de tipos como él pegándose vestidos todos de romanos. Lástima que vaya a perderse la guerra civil de sus colegas superhéroes. En fin, la vida sigue y ya lo dice la última viñeta: "continuará ...". Es lo único seguro.
Bueno, no tengo muy claro que esta del armario sea la expresión. Pero que se quita la máscara, seguro. Si no, atención a las viñetas. Sigue la guerra civil entre superhéroes. Por cierto que en McLaren también tienen la suya, según cuenta hoy la prensa. También entre superhéroes con sus máquinas. El número de "frikis" que sigue esa guerra es más que preocupante; nada que ver con los seguidores de las guerras Marvel. A lo que vamos, que en este segundo número de Civil War se hace oficial la ley que obliga a los superhéroes de Marvel a registrarse y pasar a ser funcionarios. El Capitán América, junto con algunos otros como Daredevil, pasa a la clandestinidad. Iron Man (el Hombre de Hierro, o sea, Tony Stark), cabecilla de los "pro desenmascarización", le ha hecho un traje superchulo a Spiderman y éste, que siempre fue un adolescente necesitado de alguna figura paterna (o materna, también) que admirar y seguir, se convierte también en adalid de los "pro funcionarización" y va y revela ante las cámaras su identidad secreta. Naturalmente a James Jameson, el director del Daily Bugle, le da un colapso (Los directores de periódico de los cómics no aguantan nada; ya quisieran parecerse a alguno de nuestro Mundo). Y todavía va el amigo Peter Parker y dice que si hay "alguna pregunta". Pues sí, muchas. De entrada: ¿cómo podrá Marvel Comics Group sostener su negocio si todos (o la mitad al menos) de sus superhéroes revelan su "identidad secreta"? ¿qué será entonces del jugo que los guionistas sacaban a esto de las dobles personalidades o las personalidades ocultas y sus conflictos? Según Joe Quesada, editor jefe de Marvel Comics, la vida de Spiderman ya está planificada para los próximos dos años. Y es que no hay nada como ser funcionario, ¡te da una seguridad! Aunque vivas en los USA. Ahora bien, ¿la cosa estará tan planificada para el resto de superhéroes de la casa? Y también ¿podrá resistir el país que el Capitán América viva en la clandestinidad? ¿Se relacionará con algún elemento peligroso del terrorismo internacional? En fin, todo son incertidumbres a estas alturas. Menos mal que en el mundo de los cómics de superhéroes todo es posible. Se muere, se vuelve a la vida ... La Masa (The Hulk) se encuentra ahora mismo en un planeta repleto de tipos como él pegándose vestidos todos de romanos. Lástima que vaya a perderse la guerra civil de sus colegas superhéroes. En fin, la vida sigue y ya lo dice la última viñeta: "continuará ...". Es lo único seguro.
jueves, 14 de junio de 2007
Últimas adquisiciones. Guerras civiles, arqueólogos del otro mundo y violencia salvaje.
Civil War 1. Mark Millar (Guión) y Steve McNiven (Dibujo), Panini Cómics, junio de 2007
El mundo de los cómics de superhéroes se encuentra en estado de ebullición. En las publicaciones de la DC Cómics (Batman, Superman, Linterna Verde, Flash, ...) se anuncia el Mayor Evento que presenciará el mundo del cómic, la Crisis Infinita, donde todos los héroes de DC aparecen envueltos en conflictos venganzas, ... donde de lo que se trata es de relacionar las diferentes publicaciones de superhéroes de la casa. Algo así no podía dejar indiferente a la competencia, la Marvel. La idea no es nueva. En el pasado los héroes de la Marvel se habían encontrado, habían peleado y se habían hecho amigos, enfrentándose juntos contra los malos. En Civil War se plantea un enfrentamiento entre los superhéroes Marvel (Spiderman, la Patrulla X, Los 4 Fantásticos, el Capitán América, Namor, ...) a causa de la propuesta de una ley que pretende eliminar las identidades secretas de los superhéroes y que estos pasen a ser algo así como funcionarios del gobierno (representado por SHIELD, la agencia que dirigía Nick Fury). Como era de esperar por el título, los superhéroes acabarán enfrentados: los que están a favor de la medida, con el Hombre de Hierro a la cabeza, y los que están en contra, liderados por el Capitán América. Un dibujo impactante y un guión entretenido y, creo yo, sin tantas filigranas como Crisis Infinita. A ver qué da de sí. Eso sí, estamos ante una estrategia comercial que pretende provocar el renacimiento de los cómics de superhéroes vinculando casi todas las series de la editorial a la trama de Civil War. Sólo hay que ver la Civil War checklist (aparece en cada número de Civil War) para darse cuenta de cuánta pasta quiere Marvel que nos preparemos a desembolsar.Planetary, John Cassaday (dibujo) y Warren Ellis (guión), Norma Editorial, 2007; y X-Men. Astonishing, también de Cassaday y de Joss Whedon (guión), Panini Cómics, 2007.
Acabo de comprar Planetary y también uno de los X-Men. Astonishing dibujados ambos por Cassaday. La verdad es que es un dibujante magnífico. La pureza de sus líneas y su manejo del color son estupendos. Para mí irresistibles. Si, en el caso de Planetary, le añadimos un guionista de la talla de Warren Ellis, el de The Authority o Transmetropolitan, la combinación da un resultado de tal calidad que no diré más hasta un próximo comentario en el que incluya más imágenes.Warblade. El filo de la navaja, de Simon Bisley (dibujo) y John Ridley (guión), Norma Editorial, 2007.
Y finalmente, lo último de Simon Bisley. Un dibujante británico de estilo inconfundible: anatomías poderosas y rostros caricaturescos. Se le ha comparado con Corben, aunque, la verdad es que su dibujo carece de la ternura del norteamericano. Bisley es sobre todo el autor de Slaine. Una obra maestra de la ilustración en la que se cuenta una historia de la mitología celta. Y también es el responsable de varios números de Lobo, posiblemente uno de los cómics más bestias y sangrientos de los últimos tiempos. Vamos que Bisley es uno de esos autores que entrarían en cualquier lista de responsables últimos de la violencia juvenil. Digamos que no es un cómic que yo dejara a la vista de mis hijos. Sin embargo, tanto en Lobo, como en Bad Boy, hay un humor negro que contribuye a colocar esa violencia en el plano en el que Bisley la sitúa: una especie de catarsis de sangre y miembros rotos. Pero en Warblade ese humor no existe. El guión es una historia patética de un perdedor, Warblade, un extraño alienígena con poderes parecidos a Lobezno: su cuerpo puede desarrollar sus manos hasta convertir sus dedos en peligrosas cuchillas. El escenario: la posguerra en la antigua Yugoslavia. Warblade se convertirá en un alcohólico al que le han amputado las manos y que trataba de conjurar sus demonios particulares a través de la pintura. Un dibujo impactante al servicio de una historia que realmente resulta poco cómoda y que a pocos les apetecerá releer.
El mundo de los cómics de superhéroes se encuentra en estado de ebullición. En las publicaciones de la DC Cómics (Batman, Superman, Linterna Verde, Flash, ...) se anuncia el Mayor Evento que presenciará el mundo del cómic, la Crisis Infinita, donde todos los héroes de DC aparecen envueltos en conflictos venganzas, ... donde de lo que se trata es de relacionar las diferentes publicaciones de superhéroes de la casa. Algo así no podía dejar indiferente a la competencia, la Marvel. La idea no es nueva. En el pasado los héroes de la Marvel se habían encontrado, habían peleado y se habían hecho amigos, enfrentándose juntos contra los malos. En Civil War se plantea un enfrentamiento entre los superhéroes Marvel (Spiderman, la Patrulla X, Los 4 Fantásticos, el Capitán América, Namor, ...) a causa de la propuesta de una ley que pretende eliminar las identidades secretas de los superhéroes y que estos pasen a ser algo así como funcionarios del gobierno (representado por SHIELD, la agencia que dirigía Nick Fury). Como era de esperar por el título, los superhéroes acabarán enfrentados: los que están a favor de la medida, con el Hombre de Hierro a la cabeza, y los que están en contra, liderados por el Capitán América. Un dibujo impactante y un guión entretenido y, creo yo, sin tantas filigranas como Crisis Infinita. A ver qué da de sí. Eso sí, estamos ante una estrategia comercial que pretende provocar el renacimiento de los cómics de superhéroes vinculando casi todas las series de la editorial a la trama de Civil War. Sólo hay que ver la Civil War checklist (aparece en cada número de Civil War) para darse cuenta de cuánta pasta quiere Marvel que nos preparemos a desembolsar.Planetary, John Cassaday (dibujo) y Warren Ellis (guión), Norma Editorial, 2007; y X-Men. Astonishing, también de Cassaday y de Joss Whedon (guión), Panini Cómics, 2007.
Acabo de comprar Planetary y también uno de los X-Men. Astonishing dibujados ambos por Cassaday. La verdad es que es un dibujante magnífico. La pureza de sus líneas y su manejo del color son estupendos. Para mí irresistibles. Si, en el caso de Planetary, le añadimos un guionista de la talla de Warren Ellis, el de The Authority o Transmetropolitan, la combinación da un resultado de tal calidad que no diré más hasta un próximo comentario en el que incluya más imágenes.Warblade. El filo de la navaja, de Simon Bisley (dibujo) y John Ridley (guión), Norma Editorial, 2007.
Y finalmente, lo último de Simon Bisley. Un dibujante británico de estilo inconfundible: anatomías poderosas y rostros caricaturescos. Se le ha comparado con Corben, aunque, la verdad es que su dibujo carece de la ternura del norteamericano. Bisley es sobre todo el autor de Slaine. Una obra maestra de la ilustración en la que se cuenta una historia de la mitología celta. Y también es el responsable de varios números de Lobo, posiblemente uno de los cómics más bestias y sangrientos de los últimos tiempos. Vamos que Bisley es uno de esos autores que entrarían en cualquier lista de responsables últimos de la violencia juvenil. Digamos que no es un cómic que yo dejara a la vista de mis hijos. Sin embargo, tanto en Lobo, como en Bad Boy, hay un humor negro que contribuye a colocar esa violencia en el plano en el que Bisley la sitúa: una especie de catarsis de sangre y miembros rotos. Pero en Warblade ese humor no existe. El guión es una historia patética de un perdedor, Warblade, un extraño alienígena con poderes parecidos a Lobezno: su cuerpo puede desarrollar sus manos hasta convertir sus dedos en peligrosas cuchillas. El escenario: la posguerra en la antigua Yugoslavia. Warblade se convertirá en un alcohólico al que le han amputado las manos y que trataba de conjurar sus demonios particulares a través de la pintura. Un dibujo impactante al servicio de una historia que realmente resulta poco cómoda y que a pocos les apetecerá releer.
domingo, 3 de junio de 2007
Libros de ocasión y ... ¡Richard Corben! Entre otras sorpresas
Como cada principio de junio nos llega la feria del libro antiguo y de ocasión. Además de lo habitual hay en algunos de los puestos una buena provisión de cómics. Y, rebuscando entre ellos, para mi sorpresa y alegría me encuentro con ¡dos álbumes de Richard Corben! Se trata, por un lado, del primer volumen de las Obras completas de Corben que hace años publicó Toutain Editor, Jeremy Brood (del año 1984) y el otro es la tercera entrega de Den, Den 3. Hijos del fuego, publicado en 1992. Seguramente a quien no haya sido aficionado a los cómics a finales de los años 70 y primeros 80 es posible que el nombre de Richard Corben no le diga mucho. En España, Corben llegó sobre todo de la mano de la revista 1984, publicada por el citado Toutain que comenzó a publicarla en 1979. Con ese título, alusivo a la obra de George Orwell, era evidente la apuesta de la revista por los cómics de ciencia ficción para adultos («Revista de fantasía y ciencia ficción para adultos» decía su portada sobre el título).
También hay que decir que en aquélla época los «cómics» no existían. Sólo se hablaba de «tebeos» (e incluso de «chistes») para referirse a cualquier publicación con viñetas, de las que por supuesto había muchas. En aquél momento Toutain apostó por un cómic para adultos que no tuviese contenido político (como lo tenían El Papus o El Jueves, que se venían publicando desde el año 1972 y 1977 respectivamente). 1984 apostó por el cómic norteamericano -con algunos autores españoles- fundamentalmente. Por la misma época también se publicaba Tótem, la otra revista de cómics «de referencia» en esa misma época, que, a diferencia de la de Toutain, publicaba sobre todo cómic europeo. Ambas revisas aguantaron bastante bien hasta mediada la década de los 80, luego prácticamente dejaron de existir, junto con muchas otras publicaciones, a finales de esa década y comienzos de los 90. Llegado el año 1984 alguien pensó que no tenía mucho sentido mantener un título que ya no apuntaba al futuro sino al pasado y la cabecera se cambió por la de «Zona 84». Tengo un vago recuerdo de que se planteó una especie de encuesta entre los lectores de 1984, no estoy seguro. Por su parte, Tótem sobrevivió durante un tiempo como revista «de tías», publicando ilustraciones e historietas eróticas, y hasta fotos de muchachas en cueros. Triste agonía para la publicación que había acogido a los Moebius, Druillet, Crepax, ... y tantos magníficos autores de historietas europeos.
Yo, que por aquéllos años tenía ya un «fondo de biblioteca» de cómics notable, fundamentalmente de la Marvel aunque también había montones de El Capitán Trueno, El Corsario de Hierro -uno de mis personajes favoritos de siempre-, etc. recibí los primeros números de la revista 1984 con una fascinación difícil de describir. Santiago Mayo, artista él, apareció con el primer y segundo números y yo corrí a por el tercero (o el cuarto, no recuerdo bien). Las portadas eran espectaculares. La revista era casi toda en blanco y negro menos las cuatro páginas centrales, a todo color. En esas cuatro páginas de los primeros números aparecía Mundo Mutante de un dibujante llamado Richard Corben y con guión de Jan Strnad (a saber como se pronunciaba y se pronuncia, esto). Me pasaba horas leyendo y releyendo y mirando y remirando aquéllos impresionantes dibujos. Con unos personajes en los que Corben mostraba una perfección técnica en el dibujo de las anatomías que yo pocas veces había visto. Y que combinaba con un tratamiento casi caricaturesco de los rostros. A la vez, los escenarios de ruinas y destrucción por los que se movían esos personajes eran increíblemente detallistas, pero también tenían una gracia y soltura de apariencia falsamente infantil. En fin, me fui para Oviedo a buscar los números que me faltaban y allí entré por primera vez en la Librería La Palma. Nunca habría sospechado que pudiera existir un lugar semejante ¡había montones de cómics por todas partes! Por supuesto me compré los números que me faltaban y me quedé enganchado a todo lo que publicaba Toutain. Empecé a dejar la Marvel y a Trueno y Sigrid de Thule y los cambié por Dimento, Den, Josep María Beá, o, en el Totem, El Garaje Hermético, la Valentina de Crepax, y demás. En fin, lo que es crecer.
Dejé de saber de Corben con la propia «crisis» del mundo del cómic, prácticamente hasta que en el 2003 me compré La casa en el confín de la Tierra, después, con la vuelta a la compra de cómics, he buscado otras cosas y tengo por aquí su Aliens Alchemy, Banner (en una edición bastante poco cuidada de cómics Forum), Bigfoot, Hellboy. Makoma, y un Hellblazer de entre lo más recientemente publicado en España. De todas formas, en todos ellos Corben es responsable del dibujo, no del color ni tampoco del guión. Y seguramente, si algo impresiona de Corben es su manejo del color. Quien en estos tiempos de Photoshop y Painter se asoma a Den o Mundo Mutante no puede menos que sorprenderse ante una obra previa a todo lo digital.En cuanto a las historias de Corben, creo que hay algunos rasgos característicos que permiten hablar de un «mundo Corben». Uno de los rasgos que para mi define a Richard Corben es la ternura con la que trata a sus personajes más monstruosos. Una ternura que seguramente le venga de su época underground. Uno de los álbumes que Ediciones la Cúpula sacó allá por el 1979 (y que por suerte todavía conservo) recopilando historias cortas de ese período underground de Corben, llevaba por título Corben o la ternura del monstruo. Desde entonces Corben ha seguido manteniendo en sus historias una crítica a todo poder opresor, y fundamentalmente al poder de las religiones, que a veces es derrotado por una suerte de Destino que acabará impartiendo justicia. Añadamos a estos rasgos la querencia por las historias situadas en escenarios «postapocalípticos» o «postholocausto», querencia que comparte con algunos de los guionistas con los que ha trabajado, especialmente con el ya citado Jan Strnad (en Mundo Mutante y también en Jeremy Brood). Hasta tal punto es esto así que situó su adaptación de la obra de Robert E. Howard, El valle del gusano (otra de las joyas de mi pequeña biblioteca Corben, publicada por Toutain en 1981), en un escenario posterior a una gran catástrofe radiactiva que habría devuelto a la humanidad a un estadio primitivo. Y, por último, el humor. Un humor inteligente, a veces teñido de amargura pero que también en ocasiones lleva a más que una sonrisa. Me dejo otra de las señas de identidad de Richard Corben, esta vez de su estética. Me refiero a los cuerpazos que aparecen en sus historias, alejados del canon de Policleto y más cercanos a Muscle Man y el Playboy. Esos hombres descomunales y esas mujeres increíbles son sin duda uno de los rasgos más identificables de la «estética corbeniana».
No hace mucho pudimos volver a disfrutar de un Corben «total» gracias a la publicación que la editorial Planeta de Agostini viene haciendo en la colección que llama Solo en la que se invita a un autor de cómics a que haga poco menos que lo que le parezca, con estupendos resultados como era de esperar. El segundo número de esa colección estaba dedicado a Corben, que nos deleita con varias historias a todo color (su color) donde podemos volver a ver la potencia de su dibujo, el dinamismo de sus páginas y todos esos rasgos que caracterizan sus historias.
Creo que somos muchos los seguidores de Corben. Algunos están haciendo un gran trabajo de recopilación de noticias y páginas entre los que destaca del trabajo del autor de La leyenda de Richard Corben, un blog que merece la pena seguir (y no como este, dicho sea sin falsa modestia).
Termino con otra estupenda adquisición de la feria del libro de ocasión: N.Y. City. The Big City, de Will Eisner y también publicado por Toutain. Una maravilla de escenas de ese Nueva York que tan bien ha sabido reflejar Eisner.
Creo que tendré que darme otra vuelta y a lo mejor agarro alguno de los Lobos que aparecen en la foto de arriba. O ese libro sobre Conan. A ver que encuentro.
También hay que decir que en aquélla época los «cómics» no existían. Sólo se hablaba de «tebeos» (e incluso de «chistes») para referirse a cualquier publicación con viñetas, de las que por supuesto había muchas. En aquél momento Toutain apostó por un cómic para adultos que no tuviese contenido político (como lo tenían El Papus o El Jueves, que se venían publicando desde el año 1972 y 1977 respectivamente). 1984 apostó por el cómic norteamericano -con algunos autores españoles- fundamentalmente. Por la misma época también se publicaba Tótem, la otra revista de cómics «de referencia» en esa misma época, que, a diferencia de la de Toutain, publicaba sobre todo cómic europeo. Ambas revisas aguantaron bastante bien hasta mediada la década de los 80, luego prácticamente dejaron de existir, junto con muchas otras publicaciones, a finales de esa década y comienzos de los 90. Llegado el año 1984 alguien pensó que no tenía mucho sentido mantener un título que ya no apuntaba al futuro sino al pasado y la cabecera se cambió por la de «Zona 84». Tengo un vago recuerdo de que se planteó una especie de encuesta entre los lectores de 1984, no estoy seguro. Por su parte, Tótem sobrevivió durante un tiempo como revista «de tías», publicando ilustraciones e historietas eróticas, y hasta fotos de muchachas en cueros. Triste agonía para la publicación que había acogido a los Moebius, Druillet, Crepax, ... y tantos magníficos autores de historietas europeos.
Yo, que por aquéllos años tenía ya un «fondo de biblioteca» de cómics notable, fundamentalmente de la Marvel aunque también había montones de El Capitán Trueno, El Corsario de Hierro -uno de mis personajes favoritos de siempre-, etc. recibí los primeros números de la revista 1984 con una fascinación difícil de describir. Santiago Mayo, artista él, apareció con el primer y segundo números y yo corrí a por el tercero (o el cuarto, no recuerdo bien). Las portadas eran espectaculares. La revista era casi toda en blanco y negro menos las cuatro páginas centrales, a todo color. En esas cuatro páginas de los primeros números aparecía Mundo Mutante de un dibujante llamado Richard Corben y con guión de Jan Strnad (a saber como se pronunciaba y se pronuncia, esto). Me pasaba horas leyendo y releyendo y mirando y remirando aquéllos impresionantes dibujos. Con unos personajes en los que Corben mostraba una perfección técnica en el dibujo de las anatomías que yo pocas veces había visto. Y que combinaba con un tratamiento casi caricaturesco de los rostros. A la vez, los escenarios de ruinas y destrucción por los que se movían esos personajes eran increíblemente detallistas, pero también tenían una gracia y soltura de apariencia falsamente infantil. En fin, me fui para Oviedo a buscar los números que me faltaban y allí entré por primera vez en la Librería La Palma. Nunca habría sospechado que pudiera existir un lugar semejante ¡había montones de cómics por todas partes! Por supuesto me compré los números que me faltaban y me quedé enganchado a todo lo que publicaba Toutain. Empecé a dejar la Marvel y a Trueno y Sigrid de Thule y los cambié por Dimento, Den, Josep María Beá, o, en el Totem, El Garaje Hermético, la Valentina de Crepax, y demás. En fin, lo que es crecer.
Dejé de saber de Corben con la propia «crisis» del mundo del cómic, prácticamente hasta que en el 2003 me compré La casa en el confín de la Tierra, después, con la vuelta a la compra de cómics, he buscado otras cosas y tengo por aquí su Aliens Alchemy, Banner (en una edición bastante poco cuidada de cómics Forum), Bigfoot, Hellboy. Makoma, y un Hellblazer de entre lo más recientemente publicado en España. De todas formas, en todos ellos Corben es responsable del dibujo, no del color ni tampoco del guión. Y seguramente, si algo impresiona de Corben es su manejo del color. Quien en estos tiempos de Photoshop y Painter se asoma a Den o Mundo Mutante no puede menos que sorprenderse ante una obra previa a todo lo digital.En cuanto a las historias de Corben, creo que hay algunos rasgos característicos que permiten hablar de un «mundo Corben». Uno de los rasgos que para mi define a Richard Corben es la ternura con la que trata a sus personajes más monstruosos. Una ternura que seguramente le venga de su época underground. Uno de los álbumes que Ediciones la Cúpula sacó allá por el 1979 (y que por suerte todavía conservo) recopilando historias cortas de ese período underground de Corben, llevaba por título Corben o la ternura del monstruo. Desde entonces Corben ha seguido manteniendo en sus historias una crítica a todo poder opresor, y fundamentalmente al poder de las religiones, que a veces es derrotado por una suerte de Destino que acabará impartiendo justicia. Añadamos a estos rasgos la querencia por las historias situadas en escenarios «postapocalípticos» o «postholocausto», querencia que comparte con algunos de los guionistas con los que ha trabajado, especialmente con el ya citado Jan Strnad (en Mundo Mutante y también en Jeremy Brood). Hasta tal punto es esto así que situó su adaptación de la obra de Robert E. Howard, El valle del gusano (otra de las joyas de mi pequeña biblioteca Corben, publicada por Toutain en 1981), en un escenario posterior a una gran catástrofe radiactiva que habría devuelto a la humanidad a un estadio primitivo. Y, por último, el humor. Un humor inteligente, a veces teñido de amargura pero que también en ocasiones lleva a más que una sonrisa. Me dejo otra de las señas de identidad de Richard Corben, esta vez de su estética. Me refiero a los cuerpazos que aparecen en sus historias, alejados del canon de Policleto y más cercanos a Muscle Man y el Playboy. Esos hombres descomunales y esas mujeres increíbles son sin duda uno de los rasgos más identificables de la «estética corbeniana».
No hace mucho pudimos volver a disfrutar de un Corben «total» gracias a la publicación que la editorial Planeta de Agostini viene haciendo en la colección que llama Solo en la que se invita a un autor de cómics a que haga poco menos que lo que le parezca, con estupendos resultados como era de esperar. El segundo número de esa colección estaba dedicado a Corben, que nos deleita con varias historias a todo color (su color) donde podemos volver a ver la potencia de su dibujo, el dinamismo de sus páginas y todos esos rasgos que caracterizan sus historias.
Creo que somos muchos los seguidores de Corben. Algunos están haciendo un gran trabajo de recopilación de noticias y páginas entre los que destaca del trabajo del autor de La leyenda de Richard Corben, un blog que merece la pena seguir (y no como este, dicho sea sin falsa modestia).
Termino con otra estupenda adquisición de la feria del libro de ocasión: N.Y. City. The Big City, de Will Eisner y también publicado por Toutain. Una maravilla de escenas de ese Nueva York que tan bien ha sabido reflejar Eisner.
Creo que tendré que darme otra vuelta y a lo mejor agarro alguno de los Lobos que aparecen en la foto de arriba. O ese libro sobre Conan. A ver que encuentro.
sábado, 26 de mayo de 2007
Jornada de reflexión. The Authority: la política ¿el arte de lo (im-) posible?
«Sus mentes izquierdistas y cegadas por las drogas eran demasiado prisioneras de sus utópicas fantasías como para ver la verdad ... Nunca hubieran aceptado que la única manera de alcanzar la paz duradera es a través del capitalismo. Son las corporaciones, no los gobiernos quienes cambian de verdad el mundo ...» (Bendix, el archienemigo de The Authority, en The Authority: Revolution 3).
Así que, tal y como dice Bendix, los de The Authority deben ser unos de esos «progres» a los que la derecha de nuestro país tiene tanta inquina y sobre los que hace tanta broma. A ver si resulta que los llamados «neocons» tienen un discurso tan pregnante que sólo puede hacérsele frente desde los cómics de superhéroes.
El caso es que tocan elecciones y, en los tiempos que corren, la ciudadanía manifiesta su desencanto -o, simplemente, su desinterés- no votando. Lo sorprendente es que a veces parece que cuando el votante está entusiasmado por ejercer el derecho de sufragio es sólo porque está cabreadísimo. Más incluso, odia a muerte al «enemigo». Aunque estemos crispados -unos más que otros, ciertamente- hay «diagnósticos» que coinciden. No es extraño oír a gentes de aparentemente diversa condición (educativa, social, económica, ...) cosas tales como «todos los políticos son iguales», «lo que tenían que hacer es dejar de discutir y resolver los problemas». A nadie se le escapará que por esas declaraciones populistas se cuela rápidamente el autoritarismo, el fanatismo, la irracionalidad, ...
En la historia de los cómics de superhéroes la tentación -fascista- de superar la política siempre ha estado presente (al menos en las de los superhéroes de los U.S.A., desconozco cómo estaba el tema en los países del bloque soviético. ¿Habrá cómics de superhéroes?); en algunos casos más que en otros, claro, en función de los tiempos. El Capitán América sería el paradigma de todo esto. A mi, por otra parte, nunca me gustó mucho. El traje me parecía un poco ridículo. Aunque bien mirado, hablar de trajes ridículos de superhéroes ... pues en fin.
Lo raro es que a pesar de los descomunales superpoderes de que gozan, estos personajes no hayan tomado nunca las riendas del gobierno para así resolver todos nuestros problemas: acabarían con los malos, resolverían las injusticias del mundo y hasta los problemas mediambientales podrían ser cosa del pasado. Conan el bárbaro terminó sus días como rey (y hasta con un hijo y heredero); pero no es lo mismo ser rey de unas tierras salvajes que gobernar en un país democrático. Y además, lo de Conan no tenía mucho que ver con LA justicia; si acaso con SU justicia. Pensándolo bien, ese es el rasgo que caracteriza a todos los superhéroes, tanto del cómic como del cine hollywodense: su elevada idea de la justicia (el fin) que les llevaba a verdaderas masacres para conseguirla (los medios). Por eso siempre se han inclinado más hacia la moral (y la moralina y el afán moralizante) que hacia la política. Su terreno ha sido más el de las relaciones entre individuos que las relaciones colectivas y sus valores. Yo no recuerdo a ningún superhéroe metido en la «política real» hasta que muy recientemente he leído Ex-Machina y The Authority. Del primero (más interesante como político que estos de The Authority, la verdad) otro día comentaré algo . No obstante, The Authority me parece uno de los cómics de superhéroes más impactantes que he leído. Tanto que me he convertido en un fan absoluto, con los perjuicios que ello conlleva para mi economía.
Los dibujantes han ido cambiando del primer recopilatorio al segundo y tercer «arco argumental» hasta el más reciente: The Authority: Revolution. Empezó Bryan Hitch, siguieron varios, de los que yo destacaría a Frank Quitely y en la última de las entregas traducidas hasta ahora el dibujo corre de la cuenta, de Dustin Nguyen. Tengo que reconocer que mi favorito es Quitely, aunque Dustin Nguyen responsable de The Authority: Revolution tiene un aire que recuerda un tanto a Mike Mignola. Glen Fabry, el responsable grafico de The Authority: Kev también tiene un gran atractivo. Es el dibujante de Predicador. En esta historia (The Authority. Kev) el guión de Garth Ennis es desternillante: hasta aparece como elemento clave de la trama un alto cargo del gobierno con las mismas aficiones que aquel embajador israelí en El Salvador. Este del cómic es, además, un alienígena. Que el protagonista, Kev, miembro de los servicios de inteligencia británicos, sea un patán descerebrado, dice mucho de cómo se toman los cómics ingleses a las «cloacas» de su estado. Si a ello le añadimos que el amigo Kev se dedica a liquidar terroristas norirlandeses, casi tan descerebrados como él, tendremos un claro indicio de la irónica visión que el guionista Garth Ennis tenía del «proceso» irlandés. A lo mejor por eso ha terminado bien. Aquí en cambio somos más serios ... y ya se ve cómo nos va.
Todos los dibujantes tienen en común un estilo realista y muy espectacular, de un tremendo atractivo visual. El guión original es de Warren Ellis (del que estoy esperando ahora que me llegue Planetary, por cierto), pero, al igual que los dibujantes, también los guionistas han ido cambiando. En la segunda entrega fue Mark Millar y el de The Authority Revolution es Ed Brubaker.
Seguramente una de las claves del buen resultado de The Authority está en los personajes que aparecen; unos superhéroes bastante atípicos. Midnighter, cuyo poder es la capacidad de haber previsto todos los posibles escenarios de una pelea (o una batalla) antes de que se produzca, lo que le da una tremenda ventaja sobre sus enemigos. Es gay y forma pareja con Apollo. Ambos serán los padres de otra de las superheroínas del grupo, Jenny Sparks (que encarna nada menos que el espíritu del siglo XX y, luego, el del XXI; además de poder hacer casi cualquier cosa) que tras la primera entrega «morirá» y se reencarnará en una peligrosísima adolescente. Todo ello supongo que encaja dentro de lo que se suele denominar «familia desestructurada», especialmente si tenemos en cuenta que la niña es la más poderosa del grupo y bastante malhablada. Imagino que aquí, en Asturias, los padres pedirían socorro al Gobierno regional para que se ocupara de la criatura. Apollo toma su poder del sol (con ese nombre era previsible). Jack Hawksmoor es un héroe «urbano», dado que toma su poder de las ciudades y puede hacer que el urbanismo le ayude: los edificios, las calles, los parques y jardines ... le obedecen. La verdad es que esto no sorprenderá mucho en la España de hoy. Por lo que se va sabiendo últimamente hay mucha gente a quien también «obedece» el urbanismo (aunque en otro sentido al de Hawksmoor y sin tanta gracia). Shen Li-Min vuela. Y también «vuela» El Doctor, un yonki (o ex-yonki, según la entrega) que representa la magia, la sucesión de todos los chamanes que han pisado la tierra y que recoge sus poderes. Y hay un «personaje» fundamental que no es humano (o que es menos humano que estos, quiero decir), El Transporte, la nave que sirve de vivienda (si se puede usar esta expresión para un aparato de kilómetros de extensión) y cuartel general de The Authority; pero que además toma decisiones y controla las entradas y salidas entre las diferentes dimensiones por las que transitan nuestros héroes. Su expresión «¡Puerta!» para abrir el paso a cualquier lugar del planeta o a cualquier tiempo o espacio distintos, es una de las señas de identidad de la serie. Porque nuestros héroes se mueven en espacios multidimensionales y a través de diferentes tiempos. E incluso nos podremos encontrar con diferentes «versiones» del mismo personaje habitando espacios multitemporales ... y no hace falta tomar nada.
Volviendo a la política, en el tercer arco argumental el grupo ha tomado el poder en los U.S.A, nada menos. Tiene que enfrentarse a los representantes de la mayoría moral, que, por cierto, mantienen ideas muy propias de la actual presidencia de los U.S.A. (en esto el cómic se ajusta a la realidad) y resolver, de paso, un enfrentamiento con su anterior archienemigo, Bendix, que les conoce tan bien, que podrá jugar en su propio terreno y ponerles las cosas bastante difíciles, con la ayuda de unos superhéroes americanos ya jubilados, que parecen sacados de la Asociación Nacional del Rifle.
Eso sí, el Despacho Oval sigue siendo un lugar que invita a realizar prácticas de sexo oral, aunque Hawksmoor, el sujeto paciente, se pregunta de dónde podrían sacar tiempo para tales cosas Kennedy o Clinton, con el lío que supone esto de gobernar.Un cómic divertido, con pinceladas de crítica sociopolítica teñidas de humor ... Con múltiples desarrollos paralelos (como el del personaje Kev o el de Jenny Sparks), no siempre con el mismo nivel de calidad, la verdad, The Authority se ha convertido ya en uno de los cómics de superhéroes imprescindibles.
En fin, ante la falta de rumbo de la izquierda (La France dixit), ¿serán los de The Authority el referente ideológico? Trajes vistosos ya tienen y la parte de «nueva entidad familiar», que es como denomina el PSOE a los grupos de personas que vivimos bajo un mismo techo -al menos en los sobres de propaganda electoral-, también. A ver qué pasa ...
El caso es que tocan elecciones y, en los tiempos que corren, la ciudadanía manifiesta su desencanto -o, simplemente, su desinterés- no votando. Lo sorprendente es que a veces parece que cuando el votante está entusiasmado por ejercer el derecho de sufragio es sólo porque está cabreadísimo. Más incluso, odia a muerte al «enemigo». Aunque estemos crispados -unos más que otros, ciertamente- hay «diagnósticos» que coinciden. No es extraño oír a gentes de aparentemente diversa condición (educativa, social, económica, ...) cosas tales como «todos los políticos son iguales», «lo que tenían que hacer es dejar de discutir y resolver los problemas». A nadie se le escapará que por esas declaraciones populistas se cuela rápidamente el autoritarismo, el fanatismo, la irracionalidad, ...
En la historia de los cómics de superhéroes la tentación -fascista- de superar la política siempre ha estado presente (al menos en las de los superhéroes de los U.S.A., desconozco cómo estaba el tema en los países del bloque soviético. ¿Habrá cómics de superhéroes?); en algunos casos más que en otros, claro, en función de los tiempos. El Capitán América sería el paradigma de todo esto. A mi, por otra parte, nunca me gustó mucho. El traje me parecía un poco ridículo. Aunque bien mirado, hablar de trajes ridículos de superhéroes ... pues en fin.
Lo raro es que a pesar de los descomunales superpoderes de que gozan, estos personajes no hayan tomado nunca las riendas del gobierno para así resolver todos nuestros problemas: acabarían con los malos, resolverían las injusticias del mundo y hasta los problemas mediambientales podrían ser cosa del pasado. Conan el bárbaro terminó sus días como rey (y hasta con un hijo y heredero); pero no es lo mismo ser rey de unas tierras salvajes que gobernar en un país democrático. Y además, lo de Conan no tenía mucho que ver con LA justicia; si acaso con SU justicia. Pensándolo bien, ese es el rasgo que caracteriza a todos los superhéroes, tanto del cómic como del cine hollywodense: su elevada idea de la justicia (el fin) que les llevaba a verdaderas masacres para conseguirla (los medios). Por eso siempre se han inclinado más hacia la moral (y la moralina y el afán moralizante) que hacia la política. Su terreno ha sido más el de las relaciones entre individuos que las relaciones colectivas y sus valores. Yo no recuerdo a ningún superhéroe metido en la «política real» hasta que muy recientemente he leído Ex-Machina y The Authority. Del primero (más interesante como político que estos de The Authority, la verdad) otro día comentaré algo . No obstante, The Authority me parece uno de los cómics de superhéroes más impactantes que he leído. Tanto que me he convertido en un fan absoluto, con los perjuicios que ello conlleva para mi economía.
Los dibujantes han ido cambiando del primer recopilatorio al segundo y tercer «arco argumental» hasta el más reciente: The Authority: Revolution. Empezó Bryan Hitch, siguieron varios, de los que yo destacaría a Frank Quitely y en la última de las entregas traducidas hasta ahora el dibujo corre de la cuenta, de Dustin Nguyen. Tengo que reconocer que mi favorito es Quitely, aunque Dustin Nguyen responsable de The Authority: Revolution tiene un aire que recuerda un tanto a Mike Mignola. Glen Fabry, el responsable grafico de The Authority: Kev también tiene un gran atractivo. Es el dibujante de Predicador. En esta historia (The Authority. Kev) el guión de Garth Ennis es desternillante: hasta aparece como elemento clave de la trama un alto cargo del gobierno con las mismas aficiones que aquel embajador israelí en El Salvador. Este del cómic es, además, un alienígena. Que el protagonista, Kev, miembro de los servicios de inteligencia británicos, sea un patán descerebrado, dice mucho de cómo se toman los cómics ingleses a las «cloacas» de su estado. Si a ello le añadimos que el amigo Kev se dedica a liquidar terroristas norirlandeses, casi tan descerebrados como él, tendremos un claro indicio de la irónica visión que el guionista Garth Ennis tenía del «proceso» irlandés. A lo mejor por eso ha terminado bien. Aquí en cambio somos más serios ... y ya se ve cómo nos va.
Todos los dibujantes tienen en común un estilo realista y muy espectacular, de un tremendo atractivo visual. El guión original es de Warren Ellis (del que estoy esperando ahora que me llegue Planetary, por cierto), pero, al igual que los dibujantes, también los guionistas han ido cambiando. En la segunda entrega fue Mark Millar y el de The Authority Revolution es Ed Brubaker.
Seguramente una de las claves del buen resultado de The Authority está en los personajes que aparecen; unos superhéroes bastante atípicos. Midnighter, cuyo poder es la capacidad de haber previsto todos los posibles escenarios de una pelea (o una batalla) antes de que se produzca, lo que le da una tremenda ventaja sobre sus enemigos. Es gay y forma pareja con Apollo. Ambos serán los padres de otra de las superheroínas del grupo, Jenny Sparks (que encarna nada menos que el espíritu del siglo XX y, luego, el del XXI; además de poder hacer casi cualquier cosa) que tras la primera entrega «morirá» y se reencarnará en una peligrosísima adolescente. Todo ello supongo que encaja dentro de lo que se suele denominar «familia desestructurada», especialmente si tenemos en cuenta que la niña es la más poderosa del grupo y bastante malhablada. Imagino que aquí, en Asturias, los padres pedirían socorro al Gobierno regional para que se ocupara de la criatura. Apollo toma su poder del sol (con ese nombre era previsible). Jack Hawksmoor es un héroe «urbano», dado que toma su poder de las ciudades y puede hacer que el urbanismo le ayude: los edificios, las calles, los parques y jardines ... le obedecen. La verdad es que esto no sorprenderá mucho en la España de hoy. Por lo que se va sabiendo últimamente hay mucha gente a quien también «obedece» el urbanismo (aunque en otro sentido al de Hawksmoor y sin tanta gracia). Shen Li-Min vuela. Y también «vuela» El Doctor, un yonki (o ex-yonki, según la entrega) que representa la magia, la sucesión de todos los chamanes que han pisado la tierra y que recoge sus poderes. Y hay un «personaje» fundamental que no es humano (o que es menos humano que estos, quiero decir), El Transporte, la nave que sirve de vivienda (si se puede usar esta expresión para un aparato de kilómetros de extensión) y cuartel general de The Authority; pero que además toma decisiones y controla las entradas y salidas entre las diferentes dimensiones por las que transitan nuestros héroes. Su expresión «¡Puerta!» para abrir el paso a cualquier lugar del planeta o a cualquier tiempo o espacio distintos, es una de las señas de identidad de la serie. Porque nuestros héroes se mueven en espacios multidimensionales y a través de diferentes tiempos. E incluso nos podremos encontrar con diferentes «versiones» del mismo personaje habitando espacios multitemporales ... y no hace falta tomar nada.
Volviendo a la política, en el tercer arco argumental el grupo ha tomado el poder en los U.S.A, nada menos. Tiene que enfrentarse a los representantes de la mayoría moral, que, por cierto, mantienen ideas muy propias de la actual presidencia de los U.S.A. (en esto el cómic se ajusta a la realidad) y resolver, de paso, un enfrentamiento con su anterior archienemigo, Bendix, que les conoce tan bien, que podrá jugar en su propio terreno y ponerles las cosas bastante difíciles, con la ayuda de unos superhéroes americanos ya jubilados, que parecen sacados de la Asociación Nacional del Rifle.
Eso sí, el Despacho Oval sigue siendo un lugar que invita a realizar prácticas de sexo oral, aunque Hawksmoor, el sujeto paciente, se pregunta de dónde podrían sacar tiempo para tales cosas Kennedy o Clinton, con el lío que supone esto de gobernar.Un cómic divertido, con pinceladas de crítica sociopolítica teñidas de humor ... Con múltiples desarrollos paralelos (como el del personaje Kev o el de Jenny Sparks), no siempre con el mismo nivel de calidad, la verdad, The Authority se ha convertido ya en uno de los cómics de superhéroes imprescindibles.
En fin, ante la falta de rumbo de la izquierda (La France dixit), ¿serán los de The Authority el referente ideológico? Trajes vistosos ya tienen y la parte de «nueva entidad familiar», que es como denomina el PSOE a los grupos de personas que vivimos bajo un mismo techo -al menos en los sobres de propaganda electoral-, también. A ver qué pasa ...
sábado, 19 de mayo de 2007
Adquisiciones recientes
Las adquisiciones de la última quincena. Algunas ya las he leído. Otras tendrán que esperar.
El segundo volumen de Zetman. Prosigue la acción en los escenarios de Tokio. La trama va introduciendo nuevos elementos: un grupo de gente que ha creado los misteriosos seres del que el Zet que da título a la historia es el protagonista.
Los números 2 y 3 de Crisis Infinita. Según dicen en los textos de presentación, algo tremendo está a punto de pasar (¿o ya está pasando?) en el Universo DC. Yo todavía no me he enterado de qué es eso tan tremendo. Confieso que me los compré sólo por el título. Siempre recordaré mi primera clase en la facultad. El profesor, que en ningún momento miró a la masa de alumnos, nos habló de las crisis que veríamos durante aquellos años: políticas, sociales, personales, ... En fin, Crisis Infinitas.(Él fue un magnífico profesor. Lamentablemente creo que actualmente está en crisis).
Y lo último que me he pillado. Dos de los cómics de superhéroes más interesantes y originales de los últimos tiempos (ya es decir).
El tercer volumen de Ex-Machina. Donde prosiguen las aventuras de un personaje con el poder de controlar las máquinas metido a alcalde de Nueva York. Y todo ello después de los atentados del 11 S. Por cierto, en nuestra historia sólo cayó el primero de los bloques del WTC, el segundo fue salvado gracias a su intervención.
Y mi grupo de superhéroes del momento: The Authority. También la tercera entrega del arco argumental que lleva por título Revolution. Los de The Authority se han pasado a la política con mayúsculas. Si el protagonista de Ex-Machina es alcalde de Nueva York, ellos, como no podía ser de otro modo, aspiraban a más. El grupo ha tomado posesión la presidencia de los U.S.A. De forma colegiada, eso sí. Ya comentaré algo sobre esto.
Y lo último que me he pillado. Dos de los cómics de superhéroes más interesantes y originales de los últimos tiempos (ya es decir).
El tercer volumen de Ex-Machina. Donde prosiguen las aventuras de un personaje con el poder de controlar las máquinas metido a alcalde de Nueva York. Y todo ello después de los atentados del 11 S. Por cierto, en nuestra historia sólo cayó el primero de los bloques del WTC, el segundo fue salvado gracias a su intervención.
Y mi grupo de superhéroes del momento: The Authority. También la tercera entrega del arco argumental que lleva por título Revolution. Los de The Authority se han pasado a la política con mayúsculas. Si el protagonista de Ex-Machina es alcalde de Nueva York, ellos, como no podía ser de otro modo, aspiraban a más. El grupo ha tomado posesión la presidencia de los U.S.A. De forma colegiada, eso sí. Ya comentaré algo sobre esto.
domingo, 13 de mayo de 2007
Spiderman 3, o sobre las amistades -peligrosas- entre las artes
A propósito del comentario de loiayirga y de las relaciones entre cómics y cine, ayer me fui a ver Spiderman3, así que, va algo sobre cómics y cine (y literatura, y ...).
Sin City y 300 son dos cómics estupendos. Su autor, Frank Miller, es una de las figuras más destacadas en el cómic desde hace unos años y a mí, la verdad, me gusta mucho. Tanto las obras citadas, como sus Batman. Un dibujo poderoso, un manejo del contraste de los blancos y negros y unos guiones sugerentes. Desde luego, las dos películas me parecieron muy dignas, interesantes (si sabes qué tipo de cine vas a ver y te gusta) y bien hechas. Lo cierto es que Frank Miller no habría dejado a Robert Rodríguez adaptar su cómic de no haberlo hecho tal y como a él le parecía. Y eso se nota. También en 300. Ambas películas fueron tremendos éxitos de taquilla, sobre todo 300. Pero tampoco es tan raro si se tiene en cuenta que una de cada seis salas proyectaban la película. La distribución manda. Hasta tal punto que la batalla de las Termópilas volvió a ponerse de moda. Sospecho que 300 ha puesto a Heródoto más de moda de lo que lo hizo Kapuscinsky con sus Viajes con Heródoto. Y seguramente la Editorial Ariel no habría sacado tan oportunamente el libro de Paul Cartlegde (Termópilas. La batalla que cambió el mundo) si no hubiese sido por el tirón de la película de la que hablamos.
Y si estas dos adaptaciones de cómics al cine tenían detrás una campaña promocional descomunal ¿qué decir de Spiderman3? Ahora bien, si en las dos adaptaciones de Frank Miller el resultado es el de películas que, como poco, se dejan ver, en el caso de esta nueva entrega de Spiderman dan ganas de salir corriendo. Y, como siempre, el problema no es el cómic original del que se adapta la historia para el cine, porque en la mayor parte de adaptaciones no hay un sólo cómic original, sino que son varias las historias que sirven para armar el guión de la película.
Después de muchas adaptaciones que habían pasado sin pena ni gloria, por la dificultad técnica de llevar a la pantalla las hazañas de los héroes del cómic, en 1978 llega al cine Superman, con aquélla aparición de Marlon Brando que costó más que todo el resto de la producción.
Yo todavía recuerdo la emoción con la que fui a ver Conan el Bárbaro, la película de John Milius del año 1982 en la que hacía un refrito de muchos cómics de Conan que, como iniciado, me emocionaba identificar en la pantalla. A su vez, los cómics de Conan eran adaptaciones de la obra de Robert E. Howard, autor prácticamente ignorado durante años (salvo para los fans de la revistas pulp donde publicaba sus fantasías heroicas. Ahora la editorial Timum Mas ha publicado todo Conan) hasta que el cómic le sacó del olvido. En 1989 vimos la primera adaptación de Batman. Después, en 1990, Warren Beatty dirigió y protagonizó la adaptación al cine de otro héroe del cómic, Dick Tracy. Y tras las mezclas de personajes reales y dibujados en muchas películas de los 90, llegamos a la explosión del universo Marvel (y, en menor medida, del de la DC Cómics) hasta ahora.
Desde luego, yo si tengo que quedarme con tres películas de superhéroes, me quedo, sin duda, con Hulk, la película de Ang Lee del 2003, con la magnífica adaptación de Hellboy que hizo Guillermo del Toro en el 2004 y con la última de Batman, Batman Begins, del 2005. La de Ang Lee porque me parece un director fuera de serie. Creo que no hay dos películas en las que se haya repetido, ni en el tema, ni el tratamiento del mismo. En Hulk consigue hacer una película magnífica sin dejar que nos olvidemos de que estamos ante una adaptación de un cómic (esos planos múltiples, como viñetas en la pantalla, que en manos de otro serían una chapuza, aquí me parecen perfectos). Guillermo del Toro, además de un magnífico director es un impenitente lector de cómics y se nota en su tratamiento de Hellboy. Recuerdo haber visto un documental en el que se le ve emocionado con una reedición del Kamandi de Jack Kirby. Y la última de Batman creo que es la mejor. La menos "excesiva", aunque la primera de Tim Burton, también me gustó mucho. Otras cosas como todas las Patrullas X, Catwoman, los Cuatro Fantásticos ... (no sé si me dejo más) son entretenimientos sin casi sustancia cinematográfica.
Con lo que vuelvo al origen de este rollo, y a mi cabreo con Spiderman 3 y las tomaduras de pelo a que te pueden llevar la ausencia de películas decentes en las salas, el marketing, y, ¡ay! cierta querencia por los personajes de los cómics. Había gente en el cine que bufaba. Hasta los chicos más frikis estaban a punto de estrangular a alguien. Y hubo quien poniéndose estupenda dijo que "cuarenta años de un cómic magnífico no se merecen esto". Cierto. Ni siquiera se lo merecían las dos primeras adaptaciones, de las que la segunda hasta era buena. Creo que estoy ya necesitando una dosis de TNMT (o sea, de Teenage Mutant Ninja Turtles).
Sin City y 300 son dos cómics estupendos. Su autor, Frank Miller, es una de las figuras más destacadas en el cómic desde hace unos años y a mí, la verdad, me gusta mucho. Tanto las obras citadas, como sus Batman. Un dibujo poderoso, un manejo del contraste de los blancos y negros y unos guiones sugerentes. Desde luego, las dos películas me parecieron muy dignas, interesantes (si sabes qué tipo de cine vas a ver y te gusta) y bien hechas. Lo cierto es que Frank Miller no habría dejado a Robert Rodríguez adaptar su cómic de no haberlo hecho tal y como a él le parecía. Y eso se nota. También en 300. Ambas películas fueron tremendos éxitos de taquilla, sobre todo 300. Pero tampoco es tan raro si se tiene en cuenta que una de cada seis salas proyectaban la película. La distribución manda. Hasta tal punto que la batalla de las Termópilas volvió a ponerse de moda. Sospecho que 300 ha puesto a Heródoto más de moda de lo que lo hizo Kapuscinsky con sus Viajes con Heródoto. Y seguramente la Editorial Ariel no habría sacado tan oportunamente el libro de Paul Cartlegde (Termópilas. La batalla que cambió el mundo) si no hubiese sido por el tirón de la película de la que hablamos.
Y si estas dos adaptaciones de cómics al cine tenían detrás una campaña promocional descomunal ¿qué decir de Spiderman3? Ahora bien, si en las dos adaptaciones de Frank Miller el resultado es el de películas que, como poco, se dejan ver, en el caso de esta nueva entrega de Spiderman dan ganas de salir corriendo. Y, como siempre, el problema no es el cómic original del que se adapta la historia para el cine, porque en la mayor parte de adaptaciones no hay un sólo cómic original, sino que son varias las historias que sirven para armar el guión de la película.
Después de muchas adaptaciones que habían pasado sin pena ni gloria, por la dificultad técnica de llevar a la pantalla las hazañas de los héroes del cómic, en 1978 llega al cine Superman, con aquélla aparición de Marlon Brando que costó más que todo el resto de la producción.
Yo todavía recuerdo la emoción con la que fui a ver Conan el Bárbaro, la película de John Milius del año 1982 en la que hacía un refrito de muchos cómics de Conan que, como iniciado, me emocionaba identificar en la pantalla. A su vez, los cómics de Conan eran adaptaciones de la obra de Robert E. Howard, autor prácticamente ignorado durante años (salvo para los fans de la revistas pulp donde publicaba sus fantasías heroicas. Ahora la editorial Timum Mas ha publicado todo Conan) hasta que el cómic le sacó del olvido. En 1989 vimos la primera adaptación de Batman. Después, en 1990, Warren Beatty dirigió y protagonizó la adaptación al cine de otro héroe del cómic, Dick Tracy. Y tras las mezclas de personajes reales y dibujados en muchas películas de los 90, llegamos a la explosión del universo Marvel (y, en menor medida, del de la DC Cómics) hasta ahora.
Desde luego, yo si tengo que quedarme con tres películas de superhéroes, me quedo, sin duda, con Hulk, la película de Ang Lee del 2003, con la magnífica adaptación de Hellboy que hizo Guillermo del Toro en el 2004 y con la última de Batman, Batman Begins, del 2005. La de Ang Lee porque me parece un director fuera de serie. Creo que no hay dos películas en las que se haya repetido, ni en el tema, ni el tratamiento del mismo. En Hulk consigue hacer una película magnífica sin dejar que nos olvidemos de que estamos ante una adaptación de un cómic (esos planos múltiples, como viñetas en la pantalla, que en manos de otro serían una chapuza, aquí me parecen perfectos). Guillermo del Toro, además de un magnífico director es un impenitente lector de cómics y se nota en su tratamiento de Hellboy. Recuerdo haber visto un documental en el que se le ve emocionado con una reedición del Kamandi de Jack Kirby. Y la última de Batman creo que es la mejor. La menos "excesiva", aunque la primera de Tim Burton, también me gustó mucho. Otras cosas como todas las Patrullas X, Catwoman, los Cuatro Fantásticos ... (no sé si me dejo más) son entretenimientos sin casi sustancia cinematográfica.
Con lo que vuelvo al origen de este rollo, y a mi cabreo con Spiderman 3 y las tomaduras de pelo a que te pueden llevar la ausencia de películas decentes en las salas, el marketing, y, ¡ay! cierta querencia por los personajes de los cómics. Había gente en el cine que bufaba. Hasta los chicos más frikis estaban a punto de estrangular a alguien. Y hubo quien poniéndose estupenda dijo que "cuarenta años de un cómic magnífico no se merecen esto". Cierto. Ni siquiera se lo merecían las dos primeras adaptaciones, de las que la segunda hasta era buena. Creo que estoy ya necesitando una dosis de TNMT (o sea, de Teenage Mutant Ninja Turtles).
sábado, 28 de abril de 2007
Todos seremos el monstruo de Frankenstein
Robert Venditti, Brett Weldele: The Surrogates, Ediciones Glénat, 208 págs.
Desde hace siglos los humanos hemos especulado con la posibilidad de crear vida artificialmente. Hay mitos, leyendas, relatos que cuentan diferentes versiones de esas historias. Prometeo, Pigmalión o el Gólem, son sólo algunas de las encarnaciones de esa fascinación. Fascinación que, por cierto, no es sólo mitológica. La modernidad y la filosofía racionalista que le dio soporte conceptual y fue su consecuencia intelectual, jugó tan ampliamente con la creación de máquinas que se dice que René Descartes tenía una máquina parlante con forma de mujer. Otras culturas diferentes a la nuestra tampoco son ajenas a la fascinación por las máquinas “vivas”.
Junto a este de la vida mecánica o artificial, otro de los motivos de más amplio recorrido en el imaginario de muchas culturas es el del doble. La figura del doble, con sus variadas caracterizaciones (el doble brutal, sin las limitaciones de el proceso civilizador, o el doble psicópata, o el doble que mantiene una de sus identidades ocultas, ...) tiene un largo recorrido desde Plauto, en forma de comedia (Los Menecmos) hasta el cómic de superhéroes, que mantienen dos vidas paralelas (Superman, Batman, Spiderman, ... etc. etc.) a veces de forma conflictiva. El motivo del doble también remite al problema del conocimiento del verdadero yo, o al de si se puede plantear tal conocimiento como algo alcanzable. Hay que recordar que el afán por disfrutar (?) de más de una vida no sólo es un motivo literario, sino un deseo muy real. Hace unos años supimos que ese afán había llevado a Jean-Claude Romand a asesinar a su mujer, sus hijos y sus padres tras dieciocho años de simular una vida que no tenía y que finalmente, estaba a punto de ser conocida. Ni era médico, ni trabajaba para la OMS en Ginebra, ni cuando salía de casa y cogía el coche iba a su trabajo, ...
El guionista Robert Venditti y el dibujante Brett Weldele han construido en The Surrogates con estos dos grandes temas (la creación de vida artificial y el doble) uno de los cómics más interesantes que he leído desde hace tiempo. Estamos en el año 2054 y en este tiempo la utilización de “surrogates” (suplentes, sustitutos, pero también sucedáneos) unas máquinas de apariencia humana que quien las adquiere puede manejar sin moverse del sitio y, a la vez, permiten experimentar todas las sensaciones que tenemos, sin los peligros que pudieran comportar algunas de ellas (es un artefacto muy útil para los fumadores, por ejemplo). Esos surrogates pueden tener el aspecto que uno quiera, pueden ser una copia de uno mismo, aunque más complaciente, o pueden ser totalmente diferentes, hasta de un sexo distinto. Sin embargo, empiezan a sucederse algunos ataques extraños que “matan” o, más bien, estropean a estos surrogates. De hecho, parece que quien quiere acabar con los surrogates pretende hacerlo definitivamente para lo que ha robado un artefacto que podría anular a todas esas máquinas.
Los dos agentes que se encargan del caso, mediante sus correspondientes máquinas sustitutorias, sospechan en principio de un extraño personaje, El Profeta, que dirige un grupo de fanáticos que viven aislados dentro de una parte de la ciudad sólo controlada por ellos y en la que están totalmente prohibidos los surrogates. Sus creencias religiosas les llevan a renegar de esos artefactos que consideran un atentado a la obra de Dios. Uno de los agentes perderá su surrogate en una pelea con el atacante destructor de máquinas lo que le llevará a plantearse la utilización de estas máquinas y sus consecuencias. Esas dudas afectarán también a su matrimonio, dado que hace tiempo que no tiene relaciones con su mujer, sino sólo con la máquina doble de ella. Finalmente, resultará que El Profeta y sus seguidores no son los causantes del fin de ese mundo de máquinas dobles sino que es el mismo inventor de la tecnología el que, abrumado por sus consecuencias, quiere acabar con ella (Frankenstein otra vez). Ese creador construyó el primer surrogate para poder sobrellevar la parálisis que le aquejaba pero lo que empezó como una especie de prótesis o tratamiento clínico derivó en otra cosa por los intereses de la industria que el creador rechaza por falsa y “deshumanizadora”. El final es, creo yo, profundamente pesimista.
En The Surrogates se plantean muchos asuntos de tanta actualidad como relevancia en cuanto a nuestra relación con el desarrollo tecnocientífico. Uno es lo que podríamos llamar el “imperativo tecnológico”: todo lo que puede hacerse (técnicamente) debe hacerse y se hará. Aquí se trata de la construcción de una nueva tecnología y su rapidísima extensión. Tenemos ejemplos cercanos: la telefonía móvil o celular es la tecnología que con mayor rapidez se ha extendido. Ni siquiera la televisión creció a esa velocidad. Ante ese imperativo los autores del cómico, no sé si conscientemente o no, reflejan una de las características con las que se presenta la oposición a los desarrollos tecnocientíficos: parece que el discurso crítico sólo puede ser irracional. Aquí representado por El Profeta y su grupo religioso. No hay alternativas: o ese desarrollo tecnológico o el fanatismo religioso. El único que podría explicar algo, el creador de la tecnología, no nos aclara nada. Cuando es descubierto por el policía sólo permanecerá en su silla de ruedas sin explicar claramente el porqué de su oposición. Será el propio agente el que con sus dudas y su rechazo a usar su surrogate, nos haga intuir que otro mundo es posible. En fin, un buen reflejo de los beneficios del desarrollo tecnológico, pero también de los problemas que puede comportar. Y, sobre todo, un retrato de nuestra confusión e impotencia ante ese desarrollo.
Los autores, además, se han esforzado por hacer creíble ese mundo futuro, insertando en su obra informes de prensa, anuncios, etc. que contribuyen a situar su relato y, en algún caso, constituyen magníficas piezas breves sobre las relaciones entre tecnología y sociedad. Un dibujo casi expresionista en ocasiones y un estupendo manejo del color convierten la lectura de The Surrogates en una auténtica gozada.
Curiosamente, la propia obra es una muestra de cómo la tecnología nos envuelve (aunque a mi modo de ver, sea para bien en este caso). En las páginas que se incluyen al final del cómic los autores explican con bastante detalle su proceso de creación. Salvo el dibujo inicial, toda la página es producto del manejo de tecnologías digitales: escaneado de dibujos hechos “a mano”, tratamiento con Photoshop y Painter ...
Desde hace siglos los humanos hemos especulado con la posibilidad de crear vida artificialmente. Hay mitos, leyendas, relatos que cuentan diferentes versiones de esas historias. Prometeo, Pigmalión o el Gólem, son sólo algunas de las encarnaciones de esa fascinación. Fascinación que, por cierto, no es sólo mitológica. La modernidad y la filosofía racionalista que le dio soporte conceptual y fue su consecuencia intelectual, jugó tan ampliamente con la creación de máquinas que se dice que René Descartes tenía una máquina parlante con forma de mujer. Otras culturas diferentes a la nuestra tampoco son ajenas a la fascinación por las máquinas “vivas”.
Junto a este de la vida mecánica o artificial, otro de los motivos de más amplio recorrido en el imaginario de muchas culturas es el del doble. La figura del doble, con sus variadas caracterizaciones (el doble brutal, sin las limitaciones de el proceso civilizador, o el doble psicópata, o el doble que mantiene una de sus identidades ocultas, ...) tiene un largo recorrido desde Plauto, en forma de comedia (Los Menecmos) hasta el cómic de superhéroes, que mantienen dos vidas paralelas (Superman, Batman, Spiderman, ... etc. etc.) a veces de forma conflictiva. El motivo del doble también remite al problema del conocimiento del verdadero yo, o al de si se puede plantear tal conocimiento como algo alcanzable. Hay que recordar que el afán por disfrutar (?) de más de una vida no sólo es un motivo literario, sino un deseo muy real. Hace unos años supimos que ese afán había llevado a Jean-Claude Romand a asesinar a su mujer, sus hijos y sus padres tras dieciocho años de simular una vida que no tenía y que finalmente, estaba a punto de ser conocida. Ni era médico, ni trabajaba para la OMS en Ginebra, ni cuando salía de casa y cogía el coche iba a su trabajo, ...
El guionista Robert Venditti y el dibujante Brett Weldele han construido en The Surrogates con estos dos grandes temas (la creación de vida artificial y el doble) uno de los cómics más interesantes que he leído desde hace tiempo. Estamos en el año 2054 y en este tiempo la utilización de “surrogates” (suplentes, sustitutos, pero también sucedáneos) unas máquinas de apariencia humana que quien las adquiere puede manejar sin moverse del sitio y, a la vez, permiten experimentar todas las sensaciones que tenemos, sin los peligros que pudieran comportar algunas de ellas (es un artefacto muy útil para los fumadores, por ejemplo). Esos surrogates pueden tener el aspecto que uno quiera, pueden ser una copia de uno mismo, aunque más complaciente, o pueden ser totalmente diferentes, hasta de un sexo distinto. Sin embargo, empiezan a sucederse algunos ataques extraños que “matan” o, más bien, estropean a estos surrogates. De hecho, parece que quien quiere acabar con los surrogates pretende hacerlo definitivamente para lo que ha robado un artefacto que podría anular a todas esas máquinas.
Los dos agentes que se encargan del caso, mediante sus correspondientes máquinas sustitutorias, sospechan en principio de un extraño personaje, El Profeta, que dirige un grupo de fanáticos que viven aislados dentro de una parte de la ciudad sólo controlada por ellos y en la que están totalmente prohibidos los surrogates. Sus creencias religiosas les llevan a renegar de esos artefactos que consideran un atentado a la obra de Dios. Uno de los agentes perderá su surrogate en una pelea con el atacante destructor de máquinas lo que le llevará a plantearse la utilización de estas máquinas y sus consecuencias. Esas dudas afectarán también a su matrimonio, dado que hace tiempo que no tiene relaciones con su mujer, sino sólo con la máquina doble de ella. Finalmente, resultará que El Profeta y sus seguidores no son los causantes del fin de ese mundo de máquinas dobles sino que es el mismo inventor de la tecnología el que, abrumado por sus consecuencias, quiere acabar con ella (Frankenstein otra vez). Ese creador construyó el primer surrogate para poder sobrellevar la parálisis que le aquejaba pero lo que empezó como una especie de prótesis o tratamiento clínico derivó en otra cosa por los intereses de la industria que el creador rechaza por falsa y “deshumanizadora”. El final es, creo yo, profundamente pesimista.
En The Surrogates se plantean muchos asuntos de tanta actualidad como relevancia en cuanto a nuestra relación con el desarrollo tecnocientífico. Uno es lo que podríamos llamar el “imperativo tecnológico”: todo lo que puede hacerse (técnicamente) debe hacerse y se hará. Aquí se trata de la construcción de una nueva tecnología y su rapidísima extensión. Tenemos ejemplos cercanos: la telefonía móvil o celular es la tecnología que con mayor rapidez se ha extendido. Ni siquiera la televisión creció a esa velocidad. Ante ese imperativo los autores del cómico, no sé si conscientemente o no, reflejan una de las características con las que se presenta la oposición a los desarrollos tecnocientíficos: parece que el discurso crítico sólo puede ser irracional. Aquí representado por El Profeta y su grupo religioso. No hay alternativas: o ese desarrollo tecnológico o el fanatismo religioso. El único que podría explicar algo, el creador de la tecnología, no nos aclara nada. Cuando es descubierto por el policía sólo permanecerá en su silla de ruedas sin explicar claramente el porqué de su oposición. Será el propio agente el que con sus dudas y su rechazo a usar su surrogate, nos haga intuir que otro mundo es posible. En fin, un buen reflejo de los beneficios del desarrollo tecnológico, pero también de los problemas que puede comportar. Y, sobre todo, un retrato de nuestra confusión e impotencia ante ese desarrollo.
Los autores, además, se han esforzado por hacer creíble ese mundo futuro, insertando en su obra informes de prensa, anuncios, etc. que contribuyen a situar su relato y, en algún caso, constituyen magníficas piezas breves sobre las relaciones entre tecnología y sociedad. Un dibujo casi expresionista en ocasiones y un estupendo manejo del color convierten la lectura de The Surrogates en una auténtica gozada.
Curiosamente, la propia obra es una muestra de cómo la tecnología nos envuelve (aunque a mi modo de ver, sea para bien en este caso). En las páginas que se incluyen al final del cómic los autores explican con bastante detalle su proceso de creación. Salvo el dibujo inicial, toda la página es producto del manejo de tecnologías digitales: escaneado de dibujos hechos “a mano”, tratamiento con Photoshop y Painter ...
domingo, 15 de abril de 2007
Zetman 1
Masakazu Katsura: Zetman, Ediciones Glénat, Barcelona, 2006.
Llegué al manga no hace mucho tiempo, en el verano del 2005, cuando para un viaje en avión decidí que me llevaría un cómic que no fuera muy grande (de tamaño) pero sí que tuviera bastante que leer. Cayó en mis manos el primer volúmen de Dragon Head y desde entonces me aficioné a eso que los que entienden llaman "seinen manga", un tipo de cómic para adultos varones, según la wikipedia. Ayer me compré el primer volúmen (ya van por el tercero) de Zetman, de Masakazu Katsura. Hacía tiempo que había visto la portada en el sitio de Ediciones Glénat y tenía ganas de leerlo. La verdad es que no me ha defraudado. La historia comienza con un largo flashback de 13 años, tan largo que ocupa todo este primer volumen. En el prólogo un extraño ser que lleva un traje que podría recordar a Batman -personaje admirado por el autor según he leído por ahí- se ve amenazado de muerte por otro. A partir de ahí, vamos trece años hacia atrás. En la ciudad se están produciendo una serie de asesinatos brutales. Alguien está cortando brutalmente a sus víctimas. Cortando por la mitad, como vemos en una de las primeras viñetas. Un niño y su anciano abuelo viven en la miseria en unas chabolas. El niño tiene una extraña marca sobre la mano izquierda en forma de círculo. Y otro personaje, junto con sus guardaespaldas, buscan a ese niño. Bien, resulta que el muchacho tiene unos poderes fuera de lo común que le sirven para enfrentarse a “los malos” que encuentra. En este primer tomo tendrá que vérselas con el asesino que se dedica a ir despedazando al personal, que resulta ser un hombre que se transforma en una especie de rana o lagarto medio humano cuya lengua es la causante directa de los asesinatos. Como casi se podía adivinar, el muchacho del círculo, Jin, y la rana que despedaza a la gente a golpe de lengua, son parte de algún tipo de experimento dirigido por el personaje que anda buscando al chico. Por si esto fuera poco, su supuesto abuelo es su padre. Y el chaval será recogido por una bailarina porno que lo acogerá maternalmente en su casa. Hasta aquí este primer volumen que la verdad es que engancha.
Y no sólo por la tensión que va creando la historia sino por los magníficos dibujos de Masakazu Katsura. Los diseños de los personajes, el dinamismo de cada página, son estupendos. Como también lo es la atención al detalle de los escenarios. Esto último es una de las cosas que más me gustan del manga que suelo leer. Veremos cómo sigue la historia.
Y no sólo por la tensión que va creando la historia sino por los magníficos dibujos de Masakazu Katsura. Los diseños de los personajes, el dinamismo de cada página, son estupendos. Como también lo es la atención al detalle de los escenarios. Esto último es una de las cosas que más me gustan del manga que suelo leer. Veremos cómo sigue la historia.
viernes, 30 de marzo de 2007
Ice Haven. La caída (lenta pero sin pausa) del imperio americano
Daniel Clowes: Ice Haven, Mondadori, Col. Reservoir Books, Barcelona, 2006
Una obra de Daniel Clowes, autor del que ya hay traducidas al español bastantes obras, casi todas en Ediciones La Cúpula. La traigo aquí desde el estante porque además de ser una lectura reciente, contiene una de las mejores reflexiones sobre el cómic que he visto últimamente. Hecha, además, en el mismo lenguaje del cómic. Aparece esa reflexión en una de las primeras secuencias que componen la obra, la titulada Harry Naybors, crítico de cómics. Harry nos dice que prefiere el nombre de “cómics” a otros como el hoy tan en boga de “novela gráfica” (que, paradójicamente, aparece en la portada de esta obra, “Una novela gráfica de Daniel Clowes”, se nos dice) o, suponemos, aunque no lo diga, al que le puso Will Eisner de “arte secuencial”. Y, lo que me interesa aquí, es que este crítico en calzoncillos compara a los cómics con la narrativa y el cine y nos dice que lo que da a los cómics su “resistencia como forma vital” es que “mientras que la prosa [de ficción, se supone] tiende hacia la ‘interioridad’, cobra vida en la mente del lector, y el cine gravita hacia la ‘exterioridad’ del espectáculo experiencial, quizá los cómics, al abarcar tanto la interioridad de la palabra escrita como la fisicidad de la imagen, reproducen con mayor rigurosidad la verdadera naturaleza de la conciencia humana y la lucha entre la autodefinición privada y la ‘realidad’ corpórea”. Pues ahí queda esto, que asumo como buen principio teórico ... al menos provisionalmente hasta que encuentre otro mejor. Y por cierto, ahora que se ha estrenado 300, resultará un ejercicio interesante ver cuánta interioridad tenía la obra de Frank Miller y cuánta “fisicidad” ha sabido plasmar el director de la película. A tenor del número de cadáveres y los litros de sangre la fisicidad no debe ser poca. O sea, que los cómics son la mejor solución a uno de los problemas clásicos de la teoría del conocimiento más clásica: la de las relaciones entre lo objetivo y los subjetivo, llevada en este caso al terreno de la estética.
Desde luego, la obra de Daniel Clowes, y esta de Ice Haven especialmente, hace sentir a sus "lectores-veedores" que los cómics son una forma de arte (usando este término sin mayores prevenciones y pasando ahora de cualquier intento de definición) no sólo que “resiste” frente al cine y la literatura sino que supera a muchas obras de esas artes.
Por ese “Remanso de frialdad” o “Refugio de hielo” que es la ciudad de Ice Haven vemos desfilar, con sus particulares angustias vitales, una galería de personajes de toda edad y condición retratados con tanta ternura como crueldad. Random Wilder el frustrado narrador incapaz de ponerse a producir nada, porque siempre hay unas chuletas o una serie de TV que se lo impide (o las dos cosas a la vez). Unos tristísimos niños, quizás víctimas de un mundo incomprensible para ellos o a lo mejor demasiado bien comprendido; la joven Violet, con sus amores sus desamores y sus miedos ... y muchos otros, todos con historias vertebradas en torno a la desaparición de uno de aquéllos niños, el retraído, casi autista, David Goldberg, que recuerda -otra vez el miedo, esta vez colectivo- la de Bobby Frank, asesinado -realmente- por Leopold y Loeb en 1923. Un matrimonio de detectives, Mr. y Mrs. Ames, llegan también a este escenario a pasear su amargura (y entrevistar, de paso, a nuestro crítico de cómics). Clowes disecciona la condición humana y nos muestra, siempre sutilmente, un mundo de pérdidas y desesperanzas. Nuestra mirada se pasea por escenas que a veces recuerdan algunas de las obras de Edward Hooper, y que, obviamente, están en los antípodas de los felices retratos de sociedad que nos dejó Norman Rockwell. Aquí ni siquiera el mundo de los niños guarda un resquicio de felicidad. El pequeño David Goldberg, al final de la obra, reniega de una de las series que en los años 50 simbolizaba en los EE.UU. ese “optimismo Rockwellliano”: The Honeymooners, protagonizada por esos “Norton y Kramden”.
Daniel Clowes transmite esta especie de visión profundamente melancólica y levemente irónica no sólo con palabras -y silencios- sino con un magistral uso de la composición de viñetas y de manejo del color que induce una tremenda sensación de vacío y ausencia de horizontes vitales. Un manejo del color que recuerda el de otros autores americanos, como el muy irónico Jimmy Corrigan de Chris Ware o el tremendo Madre vuelve a casa de Paul Hornschemeier.
En definitiva, una magnífica obra de Daniel Clowes, que casi al final tiene un curioso guiño autorreferencial (uno de los pocos toques de humor con que nos obsequia el autor, en otras de sus obras mucho más “simpático”) y que cualquier curioso lector de cómics no puede dejar pasar. Aunque tampoco deberían hacerlo los más “interioristas” degustadores de prosa o los más “exterioristas” aficionados al cine.
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jueves, 29 de marzo de 2007
Ya empezamos
Aunque me ha costado decidirme, empiezo a colocar aquí los comentarios y las imágenes que las lecturas de algunos cómics me vayan sugiriendo. Sin afanes académicos o eruditos. Ni siquiera el orden de publicación de los comentarios responderá a la cronología de las publicaciones. Iré colocando comentarios de los cómics que vaya leyendo, de los que vaya comprando y de los que rescate de algunas cajas del trastero.
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