sábado, 28 de abril de 2007

Todos seremos el monstruo de Frankenstein

Robert Venditti, Brett Weldele: The Surrogates, Ediciones Glénat, 208 págs.

Desde hace siglos los humanos hemos especulado con la posibilidad de crear vida artificialmente. Hay mitos, leyendas, relatos que cuentan diferentes versiones de esas historias. Prometeo, Pigmalión o el Gólem, son sólo algunas de las encarnaciones de esa fascinación. Fascinación que, por cierto, no es sólo mitológica. La modernidad y la filosofía racionalista que le dio soporte conceptual y fue su consecuencia intelectual, jugó tan ampliamente con la creación de máquinas que se dice que René Descartes tenía una máquina parlante con forma de mujer. Otras culturas diferentes a la nuestra tampoco son ajenas a la fascinación por las máquinas “vivas”.
Junto a este de la vida mecánica o artificial, otro de los motivos de más amplio recorrido en el imaginario de muchas culturas es el del doble. La figura del doble, con sus variadas caracterizaciones (el doble brutal, sin las limitaciones de el proceso civilizador, o el doble psicópata, o el doble que mantiene una de sus identidades ocultas, ...) tiene un largo recorrido desde Plauto, en forma de comedia (Los Menecmos) hasta el cómic de superhéroes, que mantienen dos vidas paralelas (Superman, Batman, Spiderman, ... etc. etc.) a veces de forma conflictiva. El motivo del doble también remite al problema del conocimiento del verdadero yo, o al de si se puede plantear tal conocimiento como algo alcanzable. Hay que recordar que el afán por disfrutar (?) de más de una vida no sólo es un motivo literario, sino un deseo muy real. Hace unos años supimos que ese afán había llevado a Jean-Claude Romand a asesinar a su mujer, sus hijos y sus padres tras dieciocho años de simular una vida que no tenía y que finalmente, estaba a punto de ser conocida. Ni era médico, ni trabajaba para la OMS en Ginebra, ni cuando salía de casa y cogía el coche iba a su trabajo, ...
El guionista Robert Venditti y el dibujante Brett Weldele han construido en The Surrogates con estos dos grandes temas (la creación de vida artificial y el doble) uno de los cómics más interesantes que he leído desde hace tiempo. Estamos en el año 2054 y en este tiempo la utilización de “surrogates” (suplentes, sustitutos, pero también sucedáneos) unas máquinas de apariencia humana que quien las adquiere puede manejar sin moverse del sitio y, a la vez, permiten experimentar todas las sensaciones que tenemos, sin los peligros que pudieran comportar algunas de ellas (es un artefacto muy útil para los fumadores, por ejemplo). Esos surrogates pueden tener el aspecto que uno quiera, pueden ser una copia de uno mismo, aunque más complaciente, o pueden ser totalmente diferentes, hasta de un sexo distinto. Sin embargo, empiezan a sucederse algunos ataques extraños que “matan” o, más bien, estropean a estos surrogates. De hecho, parece que quien quiere acabar con los surrogates pretende hacerlo definitivamente para lo que ha robado un artefacto que podría anular a todas esas máquinas.
Los dos agentes que se encargan del caso, mediante sus correspondientes máquinas sustitutorias, sospechan en principio de un extraño personaje, El Profeta, que dirige un grupo de fanáticos que viven aislados dentro de una parte de la ciudad sólo controlada por ellos y en la que están totalmente prohibidos los surrogates. Sus creencias religiosas les llevan a renegar de esos artefactos que consideran un atentado a la obra de Dios. Uno de los agentes perderá su surrogate en una pelea con el atacante destructor de máquinas lo que le llevará a plantearse la utilización de estas máquinas y sus consecuencias. Esas dudas afectarán también a su matrimonio, dado que hace tiempo que no tiene relaciones con su mujer, sino sólo con la máquina doble de ella. Finalmente, resultará que El Profeta y sus seguidores no son los causantes del fin de ese mundo de máquinas dobles sino que es el mismo inventor de la tecnología el que, abrumado por sus consecuencias, quiere acabar con ella (Frankenstein otra vez). Ese creador construyó el primer surrogate para poder sobrellevar la parálisis que le aquejaba pero lo que empezó como una especie de prótesis o tratamiento clínico derivó en otra cosa por los intereses de la industria que el creador rechaza por falsa y “deshumanizadora”. El final es, creo yo, profundamente pesimista.
En The Surrogates se plantean muchos asuntos de tanta actualidad como relevancia en cuanto a nuestra relación con el desarrollo tecnocientífico. Uno es lo que podríamos llamar el “imperativo tecnológico”: todo lo que puede hacerse (técnicamente) debe hacerse y se hará. Aquí se trata de la construcción de una nueva tecnología y su rapidísima extensión. Tenemos ejemplos cercanos: la telefonía móvil o celular es la tecnología que con mayor rapidez se ha extendido. Ni siquiera la televisión creció a esa velocidad. Ante ese imperativo los autores del cómico, no sé si conscientemente o no, reflejan una de las características con las que se presenta la oposición a los desarrollos tecnocientíficos: parece que el discurso crítico sólo puede ser irracional. Aquí representado por El Profeta y su grupo religioso. No hay alternativas: o ese desarrollo tecnológico o el fanatismo religioso. El único que podría explicar algo, el creador de la tecnología, no nos aclara nada. Cuando es descubierto por el policía sólo permanecerá en su silla de ruedas sin explicar claramente el porqué de su oposición. Será el propio agente el que con sus dudas y su rechazo a usar su surrogate, nos haga intuir que otro mundo es posible. En fin, un buen reflejo de los beneficios del desarrollo tecnológico, pero también de los problemas que puede comportar. Y, sobre todo, un retrato de nuestra confusión e impotencia ante ese desarrollo.
Los autores, además, se han esforzado por hacer creíble ese mundo futuro, insertando en su obra informes de prensa, anuncios, etc. que contribuyen a situar su relato y, en algún caso, constituyen magníficas piezas breves sobre las relaciones entre tecnología y sociedad. Un dibujo casi expresionista en ocasiones y un estupendo manejo del color convierten la lectura de The Surrogates en una auténtica gozada.
Curiosamente, la propia obra es una muestra de cómo la tecnología nos envuelve (aunque a mi modo de ver, sea para bien en este caso). En las páginas que se incluyen al final del cómic los autores explican con bastante detalle su proceso de creación. Salvo el dibujo inicial, toda la página es producto del manejo de tecnologías digitales: escaneado de dibujos hechos “a mano”, tratamiento con Photoshop y Painter ...

domingo, 15 de abril de 2007

Zetman 1

Masakazu Katsura: Zetman, Ediciones Glénat, Barcelona, 2006.


Llegué al manga no hace mucho tiempo, en el verano del 2005, cuando para un viaje en avión decidí que me llevaría un cómic que no fuera muy grande (de tamaño) pero sí que tuviera bastante que leer. Cayó en mis manos el primer volúmen de Dragon Head y desde entonces me aficioné a eso que los que entienden llaman "seinen manga", un tipo de cómic para adultos varones, según la wikipedia. Ayer me compré el primer volúmen (ya van por el tercero) de Zetman, de Masakazu Katsura. Hacía tiempo que había visto la portada en el sitio de Ediciones Glénat y tenía ganas de leerlo. La verdad es que no me ha defraudado. La historia comienza con un largo flashback de 13 años, tan largo que ocupa todo este primer volumen. En el prólogo un extraño ser que lleva un traje que podría recordar a Batman -personaje admirado por el autor según he leído por ahí- se ve amenazado de muerte por otro. A partir de ahí, vamos trece años hacia atrás. En la ciudad se están produciendo una serie de asesinatos brutales. Alguien está cortando brutalmente a sus víctimas. Cortando por la mitad, como vemos en una de las primeras viñetas. Un niño y su anciano abuelo viven en la miseria en unas chabolas. El niño tiene una extraña marca sobre la mano izquierda en forma de círculo. Y otro personaje, junto con sus guardaespaldas, buscan a ese niño. Bien, resulta que el muchacho tiene unos poderes fuera de lo común que le sirven para enfrentarse a “los malos” que encuentra. En este primer tomo tendrá que vérselas con el asesino que se dedica a ir despedazando al personal, que resulta ser un hombre que se transforma en una especie de rana o lagarto medio humano cuya lengua es la causante directa de los asesinatos. Como casi se podía adivinar, el muchacho del círculo, Jin, y la rana que despedaza a la gente a golpe de lengua, son parte de algún tipo de experimento dirigido por el personaje que anda buscando al chico. Por si esto fuera poco, su supuesto abuelo es su padre. Y el chaval será recogido por una bailarina porno que lo acogerá maternalmente en su casa. Hasta aquí este primer volumen que la verdad es que engancha.

Y no sólo por la tensión que va creando la historia sino por los magníficos dibujos de Masakazu Katsura. Los diseños de los personajes, el dinamismo de cada página, son estupendos. Como también lo es la atención al detalle de los escenarios. Esto último es una de las cosas que más me gustan del manga que suelo leer. Veremos cómo sigue la historia.